El finde pasado mi amigo Juanvi me contó un chiste que no me hizo mucha gracia. El chiste es de Arévalo y si no lo cuenta el propio autor con su inimitable estilo, pierde mucho. Otra opción para que te descojones de la risa, es que vayas un poco mamao al término de una cena con los colegas, y puede que entonces te arranque un conato de sonrisa:
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Un manco está agarrado a la barra de un atestado autobús que va dando tumbos, con el consiguiente peligro de acabar en el suelo pisoteado si se suelta. De repente alguien se tira una faltulencia más pestilente y nociva que el gas mostaza. Los pasajeros se tapan la nariz con una mano mientras con la otra continúan sujetos a la barra. El manco queda abandonado a su pobre suerte y espeta la siguiente frase:
- Hijos de puta, cabrones!!! Estaréis contentos que me lo como todo yo.
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No es sólo que no sea divertido, sino que produce lástima por el manco. Sin lugar a dudas: Un chiste mierder.
Pero el caso es que me ha recordado unas afotos que saqué en el metro de Tokyo. Ese metro me ha dado mucho juego durante años, como cuando escribí el post de Mujeres al Primer Vagón o el de A Mamarse a Casa!!. Ahora os muestro la siguiente instantánea:
Todos sabemos que Japón no es un país de gente alta, pero considerando a los japoneses bajitos... ¿Dónde esta el límite de la bajura? Pues parece que ellos no lo tienen claro tampoco y consecuencia de ello, han puesto las asas en la barra del metro a diferentes alturas. Ese es el veredicto incostestable para no discriminar a sus ciudadanos por razón de alzada. Toma ya!!
No importa si una manada de Hobbits llega a Tokyo para hacer la enésima parte, secuela o precuela de una hipotética continuación o interrupción de la saga de El Señor de los Aretes. En el metro de Japón siempre tendrán dónde sujetarse.
Unos 6 años atrás escribí un post que dio bastante de que hablar cuyo título era "Trabajar Feliz". Ahí ponía una foto de los muchos carteles que se colocan en las paredes de las fábricas chinas para motivas a sus trabajadores. La vuelvo a colgar aquí como recordatorio:
Lo que dicen es "ping, ping, an, an, hui, jia" y a su derecha "gao, gao, xing, xing, shang, ban". En cristiano se traduce como "Vuelve a casa en paz y seguro" y "Trabaja feliz".
A finales del año pasado visité otra fábrica cerca de Wenzhou, en la provincia de Zhejiang. Ahí también descubrí un par de letreros para alentar a los currantes. El primero de ellos, además de que destaca a la derecha una mancha de humedad más grande que los lamparones de Camacho, se observa que dice en Pinyin "pin zhi cong xin kai shi", que quiere decir: "La calidad empieza desde el corazón".
Y el último de los cartelillos dice en Pinyin "pin zhi cheng jiu wei lai" que significa algo así como "Conseguida la calidad se consigue el futuro". Algo que es muy poético y que no sé bien cómo se lo tomarían los trabajadores en China, supongo que están acostumbrados desde siempre, pero de lo que sí que estoy seguro es de lo que pasaría en España si las fábricas intentaran motivar a sus empleados con este sistema de consignas.
En nuestro país si una fábrica implantara este tipo de estímulos con los trabajadores, lo primero que se encontraría es con pintadas de respuesta, principalmente con el objetivo de tocar los cojones. Ejemplos:
- "Vuelve a casa en paz y seguro". PINTADA: "y a ti que te folle un canguro".
- "Trabaja Feliz". PINTADA: "que trabaje la puta madre del jefe".
- "La calidad empieza desde el corazón". PINTADA: "La calidad la tengo en la punta de la polla".
- "Conseguida la calidad se consigue el futuro". PINTADA: "y ver al jefe muerto me aseguro".
¿Verdad que no exagero y lo de las pintadas ocurriría? Luego seguro que habría carteles por parte de los sindicalistas de acuerdo con lo de trabajar feliz y tal, pero exigiendo también mejoras en las condiciones salariales y otras reivindicaciones... en su derecho por supuesto, pero las paredes del centro de trabajo acabarían con más graffitis que un vagón de Nueva York.
Hay que ver!!, unos valorando tanto el trabajo (se pasan un poco) que hasta le dan un toque romántico, épico, de aventura... y otros con la chirigota por montera... ¿Dónde acabará esto?
Continuando con el rastro japonés que dejé hace un par de semanas, os presento para exaltación de lo inaudito lo que me encontré en el lavabo de un restaurante en Tokyo.
Si los váteres en la España rural iban normalmente a un pozo ciego, los WC japoneses son un pozo de sorpresas sin fondo. He dejado ya constancia en este cutreblog sobre lo que me estoy refiriendo en entradas como la Comodidad e Higiene o la de Lavarse Sin Tocar, un post por cierto este último que al ver las fotos de los lavabos parece que haya pasado una banda de desaprensivos chatarreros rumanos robando toda la grifería de los sanitarios.
En esta ocasión, al entrar en el baño tras una copiosa cena y antes de enfilar a tomarse una copichuela en algún garito cercano, me encontré con que el lavabo tenía como accesorios una serie de cajas y tarros, así como los que se ven en la sala de curas de un ambulatorio.
Pues no eran materiales de primeros auxilios, sino simplemente productos para la higiene bucal. La comida japonesa está muy buena, pero el pescado crudo, la cebolla, los ajos y multitud de salsas dotadas con efluvios asesinos pueden dejar un aliento mucho peor que el de una manada de hienas.
Me llamó la atención los palillos plastiqueros-farmaceúticos con hilo dental incorporado, algo que hace ya mucho tiempo que se venden en tiendas españolas, pero que este restaurante nipón suministra gratuitamente. En nuestro país como cosa gratis para el mismo fin, nunca se ha pasado del mondadientes de madera, aunque podemos alardear de que se ofrecen en dos versiones: La clásica en forma de palillo plano y el súmmun de la variación geométrica de astillas para escarbar entre los dientes, que es el palillo redondo.
Luego hemos de observar el cuidado con que los japoneses también dotan a la cajita de vasitos y unos pequeños chupitos termosellados que a los profanos se nos antojan parecidos a los de la mantequilla, miel o mermelada del bufé de desayuno en algunos hoteles, pero que en este caso se trata de líquido para enjuague bucal tipo Listerine.
Todo ese equipamiento puesto al servicio del cliente con tan esmerado detalle, me hace pensar si se podría hacer también en los establecimientos de España, un país en el que se atan los bolis a una cadena para que la gente no los mangue de los mostradores. Ese material en un restaurante español duraría menos que Chicken Little en la puerta de un KFC. A lo más que nos hemos acercado, es a poner maquinetas expendedoras de cepillos de dientes (pasta incluida), previo apoquine del Euro correspondiente, un negocio que probablemente ha contribuido poco o nada a la salud dental y combate del hálito demoniaco tras comilonas en locales públicos.