Recientemente he vuelto a hacer turné por localizaciones del este asiático. En el aeropuerto de Narita (Tokyo), a la entrada del control de seguridad, donde te hacen medio desnudarte, te arrebatan los mecheros y líquidos de frenos, te descalzan y no llegan a mirarte el duodeno por dentro supongo que porque tienen claro que ahí sólo encontrarían un montón de mierda, me fijé en este simpático cartel.
Para los no introducidos en la lengüeta de Shakespeare, el anuncio dice: "A los Samurais: las espadas están prohibidas en los aviones. A la gente de negocios del mundo: los objetos afilados están prohibidos a bordo, excepto vuestros afilados cerebros".
Vaya por delante que el control de seguridad es una incomodez que hemos de soportar los pasajeros y que se agradece el toque de simpatía que le dan a dicho coñazo, pero hay que joderse con la agudez del humor que se gastan.
Cuando lo leí casi me meo de la risa, se me saltaban unos lagrimones como puños, tuve que contraer fuertemente el esfinter para no cagarme por el apretón de vientre que me dio al descojonarme de forma compulsiva y descontrolada. Mis carcajadas sonaban a los aullidos de toda una manada de mandriles juntos y pasados de tripis. Formé tal charquerá en el suelo de orina y secreciones oculares, que tuvieron que venir con una fregona a secar los baldosines, ya que la gente que venía detrás de mí en la cola, resbalaba con el líquido del piso. En breves segundos allí se había formado el Titicaca.
En fin, que no le vi ni puta gracia al cartelito, vamos, pero se agradece la voluntad. Considero a Japón un país muy serio. La gente se toma las cosas tan en serio, que por ejemplo cuando toca mamarse, pues se mamán pero eso sí, por favor dentro de un orden y sin molestar a los demás. Lo del cartel es humorístico... pero lo encuentro seco y demasiado forzado. Y vuelvo a repetir que es porque considero la sociedad japonesa demasidado competitiva, tensa, sin prácticamente margen para la improvisación y donde un poco de desorden, al menos púbicamente, es un delito de pena capital. Luego en privado, muchos ya sabéis la de maquinaciones (por no decir perversiones) y divertimentos (a veces degenerados) a los que pueden llegar los japos.
Así que el desmadre nipón, que se produzca siempre dentro de un order. Y hay que reconocer que cuando se ponen, pueden llegar a ser muy graciosos. A propósito de pensar (poco, pero lo hice) en escribir la basura esta de post, me vino a la mente el programa de Humor Amarillo, que en los años 90 emitió en Telecinco doblado genialmente (a su manera) por Juan Herrera y Miguel Ángel Coll. Aquel programa era un despiporre de pruebas disparatadas donde los japoneses se exhibían haciendo el gamba a sus anchas. Ganaran o perdieran, incluso corriendo el peligro de acabar en urgencias con la cabeza abierta o algún hueso roto, se notaba que los concursantes se lo pasaban en grande. Luego se ha copiado la fórmula del concurso en muchos países, pero nunca ha sido lo mismo ni de lejos. En la memoria tengo al siempre correcto Ramón García, que con el Grand Prix, incluso se intentaba superar a Humor Amarillo con al innovación de soltar vaquillas en algunas pruebas... sé que también ha tenido su éxito, pero yo me quedo con los japos de todas-todas.
Y todo esto lo empecé a redactar la semana pasada en una sala VIP del aeropuerto antes de coger el avión de vuelta a Guangzhou. He de agradecer al despiste o vista gorda (supongo que más bien lo primero) de la simpática azafata de tierra que me hizo el check-in, pues le entregué una tarjeta Gold de Air France, más caducada que el huevo de Colón...y coló. Por experiencia, puedo afirmar que mola más esperar el embarque al avión en un salón de estos, que no vagando por los pasillos del aeropuerto. Tan contento me puse, que no pude evitar tomar una afoto del momento para la posteridad, mientras comía un tentempié y apuraba una espumosa cervecica bien fría.
OH maleta mía, negra como las partes nobles de una cucaracha.
Juntos hemos ido a tantos sitios, que en enumerarlos me pierdo.
De ti he tirado por escaleras en los metro de Tokyo, Hong Kong y Guangzhou,
He sufrido también cuando te subía a trenes y autobuses dejándome el alma,
Porque mira que pesabas, cabrona.
Pero no me puedo olvidar nunca de que contigo fue con quién di la vuelta al mundo.
A ti que te metieron mano tantas veces en las aduanas, sobre todo francesas.
Tú que acarreaste libros llenos de sabiduría, muestras, gayumbos y calcetines sucios.
OH amiga de nombre japonés, pero marca yanki y nacida en China
Samsonite te llamabas, suena a barato y mira que me costaste perras.
Irrompible me dijo la de la tienda. Irrompible, mis pelotas.
Pero he de reconocerte que batiste el record de permanencia.
¿Por qué esos estibadores te maltrataron tantas veces? Te rompieron viaje a viaje las entrañas.
Yo que siempre pagué religiosamente cuando padeciste sobrepeso.
Nadie se quiso hacer responsable de tus desperfectos. "¿No guardó usted la factura?"
Intenté hacerte unos apaños en los bujeros con cinta de embalar,
Pero fue como masturbar a un fallecido. De nada sirvió. Los bujeros, bujeros son.
OH arcón portátil de pertencias. Cuando una rueda se te quebró, que por culo que me dió.
De ti renunciaba a desprenderme, pues apoquinando de nuevo no quería verme.
Al final el final y la hora de arrojarte a un contenedor llegó.
Te adquirí en Valencia y en la tierra donde muere el Turia ganaste la jubilación.
La tarjeta Visa engrasé y al Corte Inglés con tristeza encaminé.
Ahora tengo una Roncato. Descansa en paz. Te puedes ir a la mierda.
Cuando era un chaval, me repugnaba cuando en un bar o restaurante pedía un vaso y me lo traían mojadito, recién enjuagado. Cómo han cambiado las tornas!!. Tras 8 años en Asia residiendo en India y China, además de los viajes que he perpetrado a otros países de este rincón del planeta, tengo en mi haber el privilegio de haber comido en los locales más infestos que te puedes echar a la cara, sucios como la bombilla de una cuadra y con alimentos de dudosa salubridad, más nocivos que una lechuga de Chernobyl. Echarle un ojo si queréis a las afotos del Hotel Aroma, en el que pernocté una noche de viaje camino de Amritsar (frontera de la India con Paksitán).
Evidentemente, ya no me da tanto repelús la comida de aspecto regurgitado ni que los palillos estén más chupaos que el parrús de Paris Hilton. Prueba de ello es la noche de Fin de Año que pasamos mi colega Nacho-Rateja y yo en Cracovia. Rodeados de polacos más ciegos que Serafín Zubiri, en aquella cutrecrónica escribí: "La Nochevieja fue bien, nos pelamos de frío y no faltó la cerveza helada y otros licores con los que nos obsequiaban los ciudadanos de Cracovia que había en la plaza antes de la 12. Nos daban de beber directamente de sus propios vasos... pero si he salido vivo de ciertos restaurantes en Asia, creo que también podré tolerar las babas polacas".
Hecha la introducción y dejando claro que a pesar de que uno ya no duda de la peligrosidad de ciertos gérmenes, siempre prefiere que comida y vajilla cumpla ciertos mínimos de calidad y aseo, presento esta foto que hice en un restaurante de Dali, en la provincia de YunNan. A priori se puede pensar que los tuppers encima de las mesas contienen ya el menú dentro, pero al abrirlo, se lleva una sorpresa aun más grata.
Se entiende que en aquella zona rural, el aire lleva más polvo que el poncho de Clint Eastwood en La Muerte Tenía un Precio, y a pesar de almacenar los platos y tal en armarios cerrados, se convencieron de que el tupper es la mejor manera de conservarlos sin que se enmierden.
La comida en Yunnan es muy buena, con guisos propios de Myanmar y Laos por su proximidad a esas fronteras. También tienen una cerveza fresca y buena, que aunque la vendan como de "tecnología avanzada" (leer la etiqueta), sabe igual que las otras.
Visité Dali hace unos tres años. Después he estado en otros sitios en los que me he topado con fenómenos similares, pero mucho más profesionalizados. El primero de ellos fue en NanNing, provincia de GuangXi, a medio camino de mi viaje en tren desde GuangDong para conocer el norte de Vietnam. El marisco en NanNing es muy famoso y los restaurantes con manjares marinos abundan. No hace falta ser Mr. Proper para saber que los platos y cubiertos por los que hayan pasado frituras y caldos de pescado, como no sean lavados adecuadamente, pueden provocar que un entrecot sepa a merluza. Es por ello que allí hay empresas tipo lavanderías pero de vajillas, que al final del día se llevan las sucias y al día siguiente las traen más empaquetadas que los muebles de Ikea.
Me parece un buen negocio y un gran servicio para el restaurante, que sólo se ha de preocupar de cocinar. La pulcritud de la vajilla está asegurada.
El mismo sistema he visto reciente en un restaurante xingjianés. La comida de XingJiang, provicia limítrofe con países musulmanes como Pakistan o Kazakhastan, son platos morunos en los que abunda la carne de cordero en todas sus variedades y salsas, a menudo grasientas y de aromas fuertes y penetrantes. Unos componentes que dejan restos difíciles de eliminar incluso por el lavavajillas más eficiente. He de confesar que si he censurado algún restaurante en China tras probar una vez, tomando la determinación de no regresar nunca más, han sido siempre xingjianeses. Ellos mismos se dan cuenta de lo difícil que es tener los cubiertos en perfecto estado de revista, y este restaurante del barrio de Tian He en Guangzhou ofrece los platos en estas condiciones.
A su favor he de decir que la cerveza de aquella zona es muy buena también, a pesar de las prohibiciones que hace el Corán sobre el alcohol... o que dicen que hace el Corán, pues Mahoma sólo mandó una vez azotar a uno que iba borracho y ya. La cruzada contra el alcohol y otras cosas propias de los musulmanes, han sido interpretaciones de seguidores y estudiosos. En fin ellos verán.