La Erocopa de Asia se ha celebrado hace poco en China. Yo estaba realmente ilusionado de ver en directo a la selección de mi país en una competición continental. China no es la polla jugando y la prueba la tuvimos en el pasado mundial, pero es que el resto de países que compiten son más cutres todavía. En fín, es lo que hay.
Un partido de cuartos de final se jugaba en Chengdu. Si China (con sede en la primera fase en Pekín) quedaba segunda de su grupo, jugarían en mi pueblo. Con la esperanza de ver a la selección China en un partido oficial y nada menos que cuartos de final, antes de saber si se clasificaban para jugar en Chengdu y por si acaso luego subían el precio de los tiketos o ya no quedaban, varios amigos nos compramos entradas para el susodicho partido.
Pero no, resulta que China jugó de cojones la primera fase y quedó primera de su grupo. Se jodío el invento y nos tuvimos que tragar un apasionante Uzbekistan-Bahrain. Tócate los huevos. Yo no tenía ni puta idea de que había un país que se llamaba Bahrain.
Según me ha contado mi amigo Jerome que es holandés y para mi sorpresa llevaba una camiseta de Bahrain porque se la trajo su hermano que trabajó en hotel allí (la gente hoy en día trabaja en sitios rarísimos), Bahrain es un emirato muy pequeño que está al sur de Arabia Saudí (creo). Las bebidas alcohólicas, el juego y putiferios varios están prohibidos en la mayoría de países árabes, por lo que Baharain es Las Vegas de Oriente Medio y toda la peña de alrededor acude allí para gastarse las perras en los casinos y darse a la bebida y a las putas. Mira por dónde le he cogido yo afecto al Bahrain este.
Pues eso, que menos mal que hicimos una concetración-precalentamiento antes del partido y fuimos un poco cocidos, que si no, aquello no se soporta. El partido era un auténtico rulo. Aparte de algún periodista, no había nadie entre el público de los países de los equipos que jugaban, pero los chinos que fueron a ver el partido se enfervorizaban cosa mala cuando atacaba cualquiera de los dos... daba igual, ellos se ponían a berrear como auténticos salvajes y aplaudían usando una especie de condones hinchados que hacían un ruidako asqueroso. No quiero ni pensar la que hubieran liao si llega a jugar China.
Lo pasamos bien. Pero se hizo eterno. La primera parte acabó 0-0, la segunda más animadilla acabó 2-2, pero es que la prórroga se tornó soporífera y luego estuvieron media hora más hasta que tiraron los penalties. Al final ganó Bahrain, mi equipo.
Desde que estoy en China, he salido varias veces en los periódicos y la tele por diferentes motivos, casi nunca relacionados con mi trabajo.
El sábado pasado se disputó en Pekín la final de la Copa de Asia de fútbol, en la que Japón ganó a China por 3 goles a 1 (el segundo de Japón fue con la mano y el tercero ya en los minutos de descuento: un robo, vamos).
Aunque en la foto salgo con cara de gilipollas, en el artículo me ponen muy bien. Dice que de los que presenciábamos el partido en un bar atestado de chinos, el único con una camiseta del país anfitrión era yo. También que mientras los chinos mascaban la derrota a escasos minutos del final y todo eran caras largas, yo era el único que insistía en animar. Pedazo de notición.
Ahora los taxistas me reconocen, los niños me saludan por la calle y el otro día mi peluquero se quiso hacer una foto conmigo para ponerla en el escaparate. Lo que es la fama.
El de arriba es (mejor dicho, era) mi reproductor de DVD. Me costó unos 600 yuanes (60 jeuros o por ahí), lo compre hace año y medio y también hace un año y medio que me tenía hasta la polla. La adquisición fue barata, pero la calidad era una puta mierda.
No me detectaba ni la mitad de los DVDs que compraba. A veces, de lo que se me congelaba la imagen durante un rato hasta que seguía, en vez de películas, parecía que estaba viendo una presentación de Power Point. Cuando ponía algún CD de música, se me atascaba de tal manera que era como si siempre escuchara bakalao. Últimamente, cuando le daba al botón de Eject, tardaba unos cinco minutos en escupirme el disco.
Hasta los cojones. La otra noche daba gracias al Cielo porque el DVD de Fahrenheit S-11 (Michael Moore) estaba rulando con bastante decencia. La peli me estaba molando un huevo (la recomiendo), pero hacia el final la imagen se quedó más tiesa que una mojama. Pensé en acabar de verla en el ordenata con el que escribo ahora, pero darle al Eject, daba el mismo resultado que hacerle una paja a un muerto. No hubiera pasado nada si me quedo sin ver cómo acaba (le quedaban a penas cinco minutos), pero me cabreó tanto que cogí el DVD y lo estampé contra el suelo, salte encima de él como si fuera una cama elástica y hecho un auténtico energúmeno arranqué la tapa para rescatar el disco de aquel electrodoméstico atrofiado y sin escrúpulos. Hijo de puta, por mucho que quisiera joderme la película, por mis huevos que acabé de verla.
A la mañana siguiente, me arrepentí un poco de haber sido tan bestia. Pero que se joda.
Me recordó una historia de cuando era joven de unos amigos míos, que eran hermanos, estaban viendo una cinta porno y su padre los pilló. No sabía como reaccionar y les dijo: ¿Pero qué maricones que sois que no os la estáis cascando? Y machacó el vídeo con un martillo.
En el fondo, creo que actuar así es demostrar no tener apego a las cosas materiales, y eso es una cosa muy buena.