Hoy es el día de los enamorados e iba a recurrir de nuevo al refrito de San Valentín que escribí hace ya la tira de años. No obstante mi amiguete Mauro envió como por mail un enlace con la noticia de la destrucción, al paso por la aduana, de una camiseta original del jugador francés Trezeguet por la que su dueño pagó más de 7.000 Euros, pues los agentes aduaneros pensaron que era falsa. De esta noticia se ha hecho eco en todo el mundo como una cosa extraordinaria, pero a los que vivimos en China este tema no nos pilla de nuevo. Me explico:
La compañía Air France tiene las mejores combinaciones para enlazar China con España. He viajado con muchas otras, pero la verdad es que los franceses son los que mejor lo tienen montado. Casi todos los españoles que residimos en China, hemos volado muchas veces con Air France. Por ello, son numerosas las ocasiones en las que nos las hemos tenido que ver con los aduaneros franceses. Teóricamente si uno no tiene nada que ocultar, no habría tampoco nada que temer, pero es que los agentes allí son especialmente celosos con el tema de las falsificaciones, pues las leyes francesas son muy severas protegiendo la propiedad intelectual. En España se pone el grito en el cielo con la Ley Sinde, pero mirando las penas que tienen en Francia para combatir el pirateo (y desde bastante tiempo antes que en España), es para ponerse a temblar.
Me puedo imaginar las razones, pero la cuestión es que a los españoles nos tienen calados en el aeropuerto de la capital del amor. La inmensa mayoría de veces que hacemos tránsito allí, aunque no sea destino final, somos sometidos a minuciosos registros en los que principalmente no se busca droga ni armas ni dinero negro... lo que más se busca son las falsicaciones. Los agentes sueles ser chavales y chavalas jóvenes, recién licenciados de la escuela de aduanas (o como se llame), posiblemente en periodo de prácticas y que como podéis suponer, están impacientes por descubrir ilegalidades. Luego pasa lo que pasa, por ejemplo, que destruyen camisetas auténticas de sus propios jugadores internacionales.
En los registros de mis maletas por los agentes, han sido muchas las veces que he sido obligado a responder decenas de preguntas sobre la procedencia de mi (por ejemplo) ropa, incluso de mis calzoncillos: Que si dónde los compré, que dónde tengo la factura, que cuánto pagué por ellos... Y otras preguntas clave que ellos mismos controlan para pillar a la gente que ha comprado algo irregularmente en un zoco mandarín.
Yo por las experiencias que he tenido, cruce o no por Francia, hace años que no me compro nada en los mercadillos chinos. Al final, por cualquier tontería lo menos que puede pasar es que a causa del registro aduanero, te hagan perder el vuelo de conexión y tengas que pasar una noche en Paris... al menos Eurodisney pilla cerca del aeropuerto (ver otra vez El Teren en el Oeste). Pero he sabido de casos de gente que se ha llevado presuntas falsificaciones de bolsos, relojes, zapatos, corbatas, cinturones, prendas de vestir... y cazados por los aduaneros les han decomisado todas las compras y han tenido que pagar hasta 4000 euros de multa.
Estoy de acuerdo con que la ley se ha de respetar y que los agentes de aduanas sólo están cumpliendo con su trabajo y además con bastante notoriedad, pero aunque sé que es difícil, deberían hacer algo más de esfuerzo y tratar de distinguir a un traficante (aquel que compra algo para luego revenderlo) de un pobre desgraciao que visitando China de turismo, ha hecho un par de compras en un mercadillo sin ser realmente consciente de que cometía un verdadero delito.
Muchas veces me he preguntado a qué viene tanto ardor por combatir la entrada de copias, mientras pienso que hay otras cosas de mucha mayor gravedad en las que sí se debería desplegar un mayor control. La única respuesta con cierta lógica que tengo es que Francia es un país que vive principalmente de la imagen, de ahí la dureza en sus leyes de protección a la propiedad intelectual. Por encima de todo, viven del diseño ciertas marcas de lujo, las cuales en algún caso han llegado a formar un grupo con tal poder, que es capaz de presionar al gobierno para luchar fuertemente contra el tráfico de falsificaciones, y que el gobierno les haga caso.
Pero llegados a este punto, también me he hecho muchas veces la pregunta de si a pesar de comprar algo en un mercadillo, se trata realmente imitaciones o es que son excedentes de producción, ya que a veces ciertos artículos, a la vista y al tacto son idénticos a los considerados originales que se compran en las tiendas.
No hablo de intentos de reproducción como por ejemplo sobre la que escribí en la entrada de PaBo, sino que me refiero a ropa y bolsos que amigas mías bien conocedoras de las marcas más lujosas, en los mercadillos chinos han visto verdaderas maravillas en las que no se distinguía ningún detalle de fraude. Los chinos pueden llegar a copiar muy bien, pero a veces el precio del artículo en el mercadillo es tan ridículo que no te explicas ni siquiera que se cubra el coste los materiales de fabricación.
¿Alguien se imagina que los bolsos de una determinada marca de lujo se fabrican por un artesano, uno a uno, en un taller de Marsella? Yo tampoco. Da la casualidad que de acuerdo a la ley francesa, que figure el país de fabricación en las etiquetas es un criterio facultativo (=no obligatorio), lo que lógicamente permite a las marcas "ocultar" dónde están fabricando, que será con toda seguridad el país en el que más barato y con la mejor calidad se haga el artículo en cuestión. Tened bien seguro que muchos de estos productos se hacen en fábricas chinas. Esto funciona así (ojo, es posible que no sea siempre del modo que explico, pero sí es un modelo bastante habitual)
1. Los diseñadores de la marca Pollardo, famosa en el mundo por sus bolsos de lujo, crean los patrones para la colección Verano 2011 que consta de 20 modelos.
2. Buscan fábricas hasta en el último rincón del planeta que les oferte el mejor coste de fabricación y mantenga la calidad de la marca. Se lleva el pato al agua la fábrica que le presenta la mejor oferta basada en las dos premisas anteriores, ya sea en China, en Honduras o en Zimbabwe. Gana la fábrica china por su seriedad en el cumplimiento de los plazos de entrega, calidad y por supuesto, precio.
3. Se encargan 100.000 bolsos y la fábrica pone en marcha un plan de hacer 120.000 porque siempre se pueden producir defectos durante el proceso de fabricación. La producción es en cadena y por exigencias de la calidad, se han quedado a mitad de hacer 15.000 bolsos a los que sólo les falta una cremallera, un par de remaches y las asas. Al final han salido 125.000 bolsos perfectos.
4. La fábrica china vende a Pollardo los 100.000 bolsos pactados. ¿Qué ocurre con los otros 5.000 que están perfectos y los 15.000 defectuosos? ¿Se los comen los chinos con patatas?
5. A veces Pollardo compra los excedentes, pero normalmente ni se preocupa, principalmente porque por causas de la crisis la gente no tiene un clavo y no se esperan buenas ventas; además los diseñadores ya están trabajando en la siguiente campaña Invierno 2011.
6. La fábrica china vende al kilo los 15.000 bolsos defectuosos que otra fábrica completará con remaches, cremallera y asas de calidad un tanto inferior, pero luego les sacará un buen precio vendiéndolos en mercados locales a turistas chancleteras que se quieren dar un aire a señoritinga. Los restantes 5.000 bolsos perfectos quedan en el almacén de la fábrica por si Pollardo hace nuevos pedidos, pero si al final de la campaña no se han vendido, seguirán el mismo camino a los mercadillos que ya hicieron sus 15.000 hermanos defectuosos.
Fin de la historia. Ahora explícale eso a un agente de aduanas si te paran con cosas compradas en los mercadillos chinos. No creo que sirva para nada y el paquete te va a caer igual, pero por lo menos dejas limpia tu imagen diciendo que tú intención no era mala y sólo eres una víctima de la globalización.
Es justo decir también que si bien el coste de los bolsos Pollardo en las tiendas oficiales, es quizá 40 veces más caro que lo que costó fabricarlo, Pollardo invierte millones de Euros en campañas de publicidad y patrocinio de eventos deportivos, por lo que Pollardo está generando puestos de trabajo y dando de comer a mucha más gente, más allá de estrictamente la plantilla de la empresa.
Lejos de criticar, sinceramente, me he de quitar el sombrero por el chiringuito que tienen montado nuestros vecinos del norte. Empresas creadoras de diseño, fabricación en el extranjero y un gobierno que respalda y protege las ideas de sus ciudadanos con uñas y dientes. Si el gobierno español se partiera la cara por los españoles y nos protegiera igual que hacen los franceses, otro gallo nos cantaría, pero tristemente vamos ya para los 5 millones de parados. En fin, así nos va..