Mi colega Pablo, también conocido como el "Doctor PG Costa", trabaja ahora en una empresa de ladrillos decoraos pa alicatar paredes y apegar en el suelo, también llamados manises u azulejos, vendiendo los tochos por medio mundo. La semana pasada me escribió un par de correos desde la India, contándome que a pesar de que hace 5 años que dejé de vivir en ese país, lo ha encontrado exactamente igual a cómo se lo describía yo en las crónicas que enviaba a los amiguetes desde allí.
En referencia al tráfico, me envió la siguiente foto que hizo el martes pasado en una calle de la capital, Nueva Delhi:
Me contó que todavía recordaba un texto al que llamé "El Tráfico del UY!!!". Lo cierto es que esa redacción ya la coloqué por este blog en diciembre del 2004 a colación del tráfico caótico al que me enfrenté en una visita a Shanghai.
Sé que muchos ya conocéis el artículo (llamarlo artículo es un eufemismo, pero bueno...), espero no os importe releerlo, pero es que me apetece ponerlo de nuevo. Espero lo disfrutéis, y si no, pues tomáos una cervecica pa olvidar las penas. Ale!!, Ataluego!!
EL TRÁFICO DEL UY!!!
Circular en automóvil por las carreteras indias es una experiencia religiosa, pero nada que ver con el coprófago de Enrique Inglesias; es una experiencia religiosa por la cantidad de veces que mentas y te acuerdas de todos los dioses y de gran parte del santoral durante los trayectos.
En este país, el conductor que no hace sonar el claxon un mínimo de veinte veces en el intervalo de un minuto, es que no sirve. Los retrovisores de los lados, como si no existieran, porque los tienen metidos para adentro puesto que hay un gran riesgo de que pase otro vehículo demasiado pegado y se los lleve de refilón. En esto de los retrovisores, hay una particularidad más, y es que muchos indios (Sikhs, sobre todo), son de castas guerreras y dicen que mirar para atrás es de cobardes así que cuando te montas en taxi y el tío que conduce lleva turbante, échate a temblar.
Los camiones indios están personalizados, los pintan los mismos camioneros, decorándolos con bellos motivos religiosos o de lo que se les ocurre, y entonces parecen los del Circo de Ángel Cristo, por el aspecto de la carrocería (multicolor, óxido, varias capas de mierda acumuladas) y por los animales que se pueden encontrar dentro, e incluso conduciendo.
Los autobuses no tienen nada que envidiar a sus primos los camiones; les suelen faltar varias ventanas, y en su interior se acumulan tantos indios como los que se pueden amontonar en el techo. Estos vehículos pesados echan más humo que el reactor de la central nuclear de Cofrentes, y como amuleto y protección, en clara emulación a la herradura de la suerte pero versión Asian Fashion, suelen llevar una chancleta bien gastada de la época en que Gandhi entró en el parvulario, colgando del parachoques delantero. Los conductores de autobuses urbanos funcionan con el sistema de las vidas de los gatos, pero al revés, porque hasta que en accidentes no matan a 7 personas 7, no les quitan el carné.
Los motoristas son fauna a estudiar por los científicos. Lo que más se lleva es la Vespa. He visto familias de cinco miembros montados en una misma moto circulado plácidamente por las calles de Delhi. Estos pilotos, para tragar menos humo, suelen llevar en la cara un pañuelo atado como los ladrones de diligencias en las pelis del oeste. Tipos de casco que más se estilan: el de hombre-bala y el de albañil de Agroman, y su uso es obligatorio para todos menos para las mujeres, para los niños y para los Sikhs, que como llevan el turbante, les hace las veces de chichonera.
Uno de los vehículos más económicos de que disponemos para desplazarnos, son los Rickshaws, que son bastante rápidos y seguros, siempre y cuando el que lo maneja no vaya borracho.
La conservación de las vías es otro fenómeno a investigar en Delhi y otras grandes ciudades. En el resto de la India no hay conservación alguna que no sea la de la Madre Naturaleza, que se ocupa de que el camino de tierra permanezca mínimamente transitable, aunque sea a poca velocidad. Algunas de las muchas preguntas que nos podríamos formular son: ¿Cómo se puede esturrear tanto el alquitrán, de manera que no sepas ni en qué carril estás, o si vas en línea recta o tomando una curva? ¿Cómo no puede haber dos metros seguidos de bordillo en una acera (en el caso de que la hubiera) sin encontrártela llena de picados y agujeros, como si alguien se hubiera entretenido pegándole bocaos? ¿Quién se dedica a hacer socavones de dos metros de diámetro y medio metro de profundidad en mitad de las avenidas? ¿De dónde sale tanta piedra, chinarro y gravilla en medio de una capital? ¿Por qué la suerte de circular por una carretera con línea continua es interpretado por los indios como que hay obligatoriedad de pisarla o que deben pasarse al otro lado para adelantar?
Arrevoltijando bien los elementos anteriores, se obtiene un tráfico quimérico, endiablado, espeso, incierto, folletinesco, plúmbeo, inconsciente, contaminado y con un toque de amenidad perturbada que se fundamenta en la sensación de vivir interactivamente dentro de un juego de la PlayeSteison, pero donde sólo tienes una vida, que es ahí donde radica la emoción. Aquí no hay parques temáticos, pero los recursos para suplirlos existen. La tensión de estar viviendo una carrera frenética siendo transportado en un vehículo estrepitoso donde en los momentos álgidos de peligro, vas constantemente alternando exclamaciones como ¡Uy! o ¡Uff!, con tacos en castellano dirigidos a tu conductor y con los rezos a los santos más olvidados pidiéndoles protección, no tiene precio ni existe nada en el mundo que se le parezca.
Podría contaros sobre las miles de veces que hemos estado a punto de ser arrollados por un autobús, de embestir una vaca, de estamparnos contra escombros tirados que nadie recoge, de caernos dentro de un megasocavón, de atropellar a un ciclista, de comernos frontalmente un camión que transporta veinte familias (mínimo ocho miembros por familia) en su interior, de llevarnos por delante a un perro o a un tío con su carrito lleno de cacahuetes, o de estrellarnos contra cualquier elemento que os podáis imaginar porque el otro elemento que lleva el volante se nos ha distraído o dormido. Sin duda, a este tráfico, se le puede llamar de manera escrupulosa pero con certeza: El Tráfico del ¡Uy!.
Y para finalizar, como os habréis quedado con las ganas de alguna anécdota concreta, ahí va: Alquilamos un todo-terreno con conductor para ir al parque natural de Corbett, donde dicen que hay tigres, pero de los cuales sólo vimos alguna huella, que además suponemos iba grabando en el suelo algún tío contratado por el hotel, para que los visitantes no se sintieran defraudados. El hotel era un complejo muy bien montado, con río, arbolitos, montañas para hacer excursioncillas, cabañas muy cucas, buen rollito entre los empleados y los huéspedes (tanto, que nos recordaba al ambiente de Dirty Dancing, con la particularidad en este caso de que el homólogo de Patrick Sueis era más oscuro, llevaba bigote, la camiseta llena de tomates y calzaba chancleta de goma). Pues eso, que lo pasamos bien, pero el viaje fue un infierno, sobre todo el de ida porque lo hicimos de noche, donde las pocas señales que hay, desde luego que no son reflectantes, es decir, la iluminación es cero patatero. Nuestro driver iba a toda leche; en cuanto podía, invadía el pseudo-carril contrario para adelantar y no lo abandonaba hasta que otro vehículo más grande le venía de frente, y en caso de que fuera más pequeño, ya se apartaría el otro. En el tema de la conducción nocturna, parecen obligados a circular con las largas puestas: el conductor, en prevención de quedar deslumbrado y perder el control del automóvil, cuando venían vehículos de cara, cerraba los ojos el hijodeputa!!!. Le llamamos la atención varias veces, pero un rato después hacía caso omiso de lo que le dijéramos y vinieran o no de frente, no abría los ojos porque iba durmiendo!!!. Se resolvió la cosa obligándole a parar y que se echara un sueñecito. El lugar donde paramos, fue el Hotel Aroma (irónico nombre para un hotel en la India), no os perdáis la fotos del enlace que acabo de poner.
Rezad a San Cristóbal por toda esta gente, y especialmente por mi.
Mira Nicolás, si quieres poner publicidad en mi blog, me pagas... jaja... oye, como eres el único que ha dejado un comentario, aunque parece que te la suda lo haya escrito yo y que vas totalmente interesado a ver si haces algo de negociete, lo voy a dejar... aunque no sé si es muy inteligente lo que has hecho, pero bueno.
Ale, ataluego
Escrito por Anonymous a las 3 de Febrero 2007 a las 09:09 AMLógicamente, el comentario anterior era mío. Por cierto, Nicolás, me acabo de dar cuenta que no es la primera vez que me dejas este tipo de enlaces... disculpa, pero el de aquí es el último que te consiento.
Yo ni me saco ni quiero sacarme un céntimo de esta página y tampoco es mi intención que nadie se la saque... si hay publicidad es porque me lo pidió Roger, eximio webmaster de zonalibre, para mantener los gastos del dominio y demás.
Si vuelves a poner publicidad de tu agencia de viajes o lo que sea, la borraré. Venga, sin rencor ni na. Un abrazo
Hi dichu.
Escrito por Fernandet a las 3 de Febrero 2007 a las 09:23 AMFer, tras tu primera crónica desde Delhi te dije que eras el Rey. El tráfico del UUUUUYYYYY refleja perfectamente el día a día en la capital de la espiritualidad y eso, que los lectores no pueden deleitarse con los olores de Delhi, ni con la visión terrorífica de los dedos amarillentos del taxista... no se sabe si por haber estado comiendo curry con las manos (lo habitual) o por haberse rascado el culo con ganas.
zai jian.
hola hombre pollo,
espero que no lo hayas dicho en serio esto de cerrar el blog. no lo podria soportar!!!
a partir de ahora te dejaré un monton de comentarios, vale?
viele grüsse!
ellen