GUANGZHOU, MI CASA

Churro Internacional

Con el título de este post, no me estoy refiriendo a la situación económica mundial, aunque bien podría encajar la metáfora. El tema es que en los últimos meses me he encontrado con churros por el mundo en sitios inesperados.

Estuve a finales del año pasado en un centro comercial de Manila (Filipinas) y de repente precibí un aroma a masa frita y aceite hirviendo. No me lo podía creer, estaba delante de un puesto de churros.

El cartes lo decía bien claro: "Churros con Chocolate". Es muy curioso cómo en Filipinas se conserva todavía mucho vocabulario español, sobre todo en cuanto a comidas se refiere. Próximamente haré un post sobre el menú filipino y sus términos castellanos.

Dando un pequeño salto, llegamos a Tokyo donde en una de mis última visitas, fui invitado por un buen amigo a una fiesta española que se celebraba en el colegio de su hija. Organizada por él y su mujer para los padres y las monjas (sí, sí, Esclavas del Sagrado Corazón, que llevan un colegio internacional en Japón), aquella noche se dio rienda suelta a la manzanilla, el jamón ibérico, la paella, la tortilla de patatas, el cava, etc, etc.... y tampoco faltaron los churros!!!

Si bien los churros que vi en Manila tenían todo aspecto de prefabricados y haber estado más congelados que Walt Disney, los de Tokyo eran completamente artesanales, desde la elaboración de la masa hasta su cortado y cocinado.

Por lo que me han contado, resulta que el dueño de este puesto ambulante, japonés de pura cepa, es un apasionado de los churros desde una vez que visitó España, así que montó el chiringuito en Tokyo y se ofrece a fiestas y eventos gastronómicos para suministrar churros con chocolate a la concurrencia.

Una de las imágenes de la noche fue la de ver a los churreros recoger el puesto y montarlo en la furgoneta. Al igual que el casco de los repartidores de McDonals, estos tampoco se quitaron ni un momento los gorros de cocinar, incluso los lucían mientras replegaban sus bártulos. Todo un símbolo de profesionalidad y amor al uniforme.

Por cierto. Mi buen amigo de Tokyo, además de invitarme a la fiesta, me otorgó cierto protagonismo y me encasquetó a cortar jamón. Como era por una causa benéfica y además disfruto muchísmimo cortando el pernil, no me pude negar. Tardé una hora y media en pulirme el jamón entero. Luego tenía la mano que ni me la sentía, pero no veas lo que les gusta a los japoneses!!

Valga este post en homenaje a mi abuelo Pedro, que en las frías mañanas navideñas que pasaba en su casa de Albacete, se solía levantar de madrugada para comprarnos churros a los nietos. Un placer levantarse por la mañana y deleitarse con los churros recién traídos por el abuelo.