GUANGZHOU, MI CASA

Sara me cuenta sobre el Terremoto

Hablaba ayer con mi amiga Sara, que se encontraba en Chengdu el día del terremoto. Dice que no ha pasado más miedo en toda su vida.

El lunes pasado estaba en casa cuando empezó el temblor de tierra. Salió corriendo y dejándose la puerta abierta, sin dinero, sin el móvil, sin las llaves... mientras bajaba las escaleras a toda velocidad, se le iban uniendo vecinos. Todo el mundo chillaba de espanto en esos momentos. Sara me cuenta que de aquella desesperada huída, se le han quedado grabados los gritos y el ruido de aquellos 4 minutos y pico. Cuando alcanzaron la calle, la situación era caótica y... ¿a dónde ir? El temblor más fuerte había cesado y Sara acudió a casa de unos amigos que viven en un complejo al sur de la ciudad. Allí hay una especie de zona común con una casita donde hay mesas de ping pong y tal...que te brinda protección al mismo tiempo que te permite huir rápidamente en caso de una nueva sacudida.

Estuve llamando a Sara todo el lunes, pero lógicamente, las comunicaciones se habían cortado. Yo por suerte, estaba en Guangzhou, donde no sentí nada de lo que ocurrió. Fui al aeropuerto a buscar a un compañero que llegaba de París, y me encontré con que a todos los aviones que entraban en China por el oeste, los estaban desviando hacia el norte del país, debido a que se había perdido el contacto con los controles de tierra en el suroeste del país. Mi compañero llegó con 6 horas de retraso y yo me tuve que echar dos viajes al aeropuerto. Eso es todo lo que ha afectado el terremoto a mi rutina.
En cambio otros han sufrido una suerte muchísimo peor, y no hace falta que hable de los casi 50.000 muertos que cifran que puede haber, ya que de esto ya nos están informando todos los medios. Se calcula que en la zona donde más ha afectado el seísmo, viven unas 700,000 personas. Esa gente lo ha perdido práticamente todo. Dujiangyian, donde se dice que está el epicentro (o uno de ellos) de la tragedia, está a unos 100 kilómetros de la capital de la provincia de Sichuan, que es Chengdu. Los amigos que viven allí me cuenta que a pesar de que no han de lamentar desgracias personales, los edificios han quedado en un estado (con grietas, por ejemplo), que muchos desconfían de volver a entrar en ellos. Además siguen habiendo temblores de vez en cuando, que aunque son de poca densidad, debido al entorno de fatalidad que se respira ahora mismo, asustan mucho y los ciudadanos están muy intranquilos.

En Chengdu, la mayoría de la gente teme pasar la noche en sus casas y prácticamente hacen vida en las calles, durmiendo en los coches, cocinando en las aceras... un panorama de lo más tétrico.

Me han contado que el jueves, hubo otro temblor de tierra y a un buen conocido mío, le dio un ataque de ansiedad y lo tuvieron que llevar al hospital. Ayer hablé con él y se ha ido a Pekin un par de semanas porque ya no puede más con tanta tensión de lo que ha vivido. Espero que se le pase pronto. Es una persona fuerte, pero todos tenemos un límite.

Acabo de hablar con mi amiga ChenBin, que es de Chengdu aunque vive en Shenzhen. Ella quería regresar unos días para encontrarse con su familia, pero los vuelos están muy limitados ya que ahora muchísimas personas están viajando a Sichuan y dan preferencia a los equipos organizados de rescate, médicos, de atención a los afectados... es impresionante cómo se han movilizado prácticamente todas las demás provincias de China. Ha llegado ayuda de todos los rincones. Bomberos, doctores, ambulancias, helicópteros... el ejército ha enviado unos 100.000 soldados. El mismo día del terremoto, paracaidistas de élite, saltaron en el área más afectada provistos del primer material de ayuda.

China es un gran país y la solidaridad entre provincias es admirable. Esta gente se vuelca en que a sus hermanos de otras provincias no les falte nada... y en estos momentos de tragedia se nota más que nunca.

El viernes comentaba con un buen amigo conocedor de China y apasionado por Sichuan sobre una foto de un diario de Shanghai. Era de la zona en la que más daño ha hecho el terremoto: Un matrimonio de espaldas, abrazados, con mascarillas para evitar los edores en la identificación de cadáveres, miraba cómo grúas, bomberos y voluntarios, iban retirando escombros de una escuela derrumbada. Entre esos montones de piedras había unos 600 niños atrapados, posiblemente ya todos fallecidos. Esa imágen que a priori es muy dramática, tambien nos decía algo más: Los chinos unidos a la vez por el dolor de las perdidas y la esperanza de encontrar a alguien con vida, mostrando cariño mutuo y en público, mirando unas ruinas que transmiten desolación, pero a la vez un reto para la reconstrucción y vuelta a la normalidad... hay mucho futuro por delante.

El pueblo chino, por desgracia y debido a los acontecimientos de su historia, está acostumbrado a sufrir y son muy fuertes ante las adversidades. Les deseo lo mejor y sé que sadrán pronto de esto.

Mis condolencias a todos los afectados. Ánimo!!!