GUANGZHOU, MI CASA

Mi Primer Viaje a Bangkok (I)

Mi colega Carl Sladen que es neozlandés, se me traslada de Chengdu a Bangkok porque en su curro de encargao de hoteles y tal, ahora lo quieren en la capital tailandesa. Me da pena, porque Carl es de mis mejores amigos y en bastantes ocasiones ha sido un apoyo moral más que importante para mí... que no todo lo de vivir a tomar por saco de los tuyos y rodeao de chinos todo el santo día, es tan bonito; también hay momentos duros, en los que necesitas de buena gente a tu lado con quien compartir unas birras y desahogar cabreos y penas.

Lo de que Carl se vaya a Bangkok, me ha recordado mi primera visita a esa ciudad, cuando yo vivía en la India y quise hacer un viaje a China (creía que sería la única oportunidad en mi vida de visitarla), de camino, aproveché y paré allí para ver a unos colegas y conocer un poco aquello.

Os paso la primera parte de la crónica que escribí en el 2002 y que en su día sólo la leyeron algunos amigos y familiares. Que la disfrutéis.

Salir de la India para visitar Tahilandia y China, ha sido como si uno está viviendo en los años 60, y de repente lo llevan al siglo XXIII.

Para empezar, las líneas aéreas tailandesas no te dan un pedazo de suela de zapatilla de andar por casa enrollada en papel Albal y te dicen que es nan (pan indio), como hacen en Air India. La Thai, lo primero que hace es ofrecerte un copazo, y luego otro, y luego otro, y luego otro…. que las azafatas parece que vayan con patines de la velocidad que llevan; después te dan de comer a elegir entre tres menuses (el de langostinos era mi debilidad) regados con vino francés (como echo de menos mi Jumilla!!), y de postre pastelón y copita de coñac fransés también. Aluego más copas a gusto del pasajero. Menos mal que en los controles de pasaportes no hacen la prueba de la alcoholemia, que si no me hubieran retenido en cuarentena hasta mi desintoxicación, que en este país parece que son muy serios. Como último detalle, las azafatas de la Thai, a lo largo del vuelo, se cambian más de ropa que Mortadelo, en serio, hasta 4 modelitos en 3 horas y media de viaje… increíble.

Pero más increíble, amigos míos, sería mi primera jornada en Bangkok. El simple hecho de ver una calle pulcra, sin mierda ni escombros, con sus aceras enteritas, con su pobre, el cual conserva todas las partes de su cuerpo y está medianamente aseado en una esquina sin acosar al paseante occidental… era algo que ya casi se me había olvidado. Rascacielos de la leche, el Sky-train que recorre las avenidas de la ciudad por encima de un tráfico espeso pero con vehículos que podrían pasar la ITV sin problemas, tener otra vez la posibilidad de subirme a los autobuses urbanos, a un taxi con aire acondicionado bien fresquito… y a los singulares tuk-tuks, que son los homólogos de los rickshaws indios, pero con abismales diferencias: el rickshaw es un insulso triciclo, una minicabina de teleférico con motor de vespa, pintado cutre pero profesionalmente, como transporte público que es, de negro y amarillo; Es decir, esto:

El tuk-tuk sería la motaca deseada de ese entrañable personaje conocido como “macarra de pueblo” (greñudo, con cadenas de oro, pulsera gorda de plata con su nombre, camiseta interior Abanderado sin mangas, vaqueros ajustados marcapaquete y John Smiths mierdosas… aquel elemento que solía pasearse de noche zumbando por las casas de los veraneantes con la Derbi Diablo o la Puch Condor despertando al personal); el tuk-tuk se podría confundir con un vehículo de atracción de feria, tubarro más gordo que la tubería del trasvase Tajo-Segura y el motor haciendo más ruido que el Ferrari de Schumajer, ruedas de kart (pequeñas y sin dibujo) con tapacubos sport, pintados con diseños personalizados al estilo de un camionero de Arkansas, y por la noche con más luces que una máquina tragaperras.

El paseo en el bus-barcaza por los canales de Bangkok es alucinante, y los palacios y templos budistas son preciosos e impresionantes… pero como creo que esto no interesa a nadie, pasaremos a hablar de lo que todos y casi todas estáis esperando… las putas y pornochous de Tailandia!!… a los que, aclaro, son una REALIDAD QUE CONOCÍ ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE CON LA INTENCIÓN DE DOCUMENTARME PARA ESCRIBIR ESTA CRÓNICA... repito, putas vi pero NUNCA accedí, a pesar de que fui acosado en numerosas ocasiones.

En primer lugar, vas por la calle y no haces más que cruzarte con parejas que se componen de un occidental (casi siempre sesentones de tez lechosa enrojecida por el sol, algunos se podrían confundir con el primo de Quasimodo con el añadido de ir ataviados con el sombrero de J.R.) de la mano de una adolescente asiática que apenas deben de pasar de los 20. Luego, te cruzas con las tailandesas y te miran fijamente, te saludan muy simpáticas, te guiñan el ojo, y si te descuidas, se te presentan… después de estar casi 11 meses viviendo en Delhi, hace falta echarle valor para poder soportar esa presión atmosforniética, y cuando ya llevas una tarde entera por la ciudad, al final ya no te aclaras de quién será puta y quién no, y ante esa duda, pienso que es algo que pondría enfermo al más casto… ya se que no muerden, coño, pero ponen nervioso hasta a eximio Rocco Sifreddi.

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

En un día o dos: mis andanzas por el Bangkok nocturno y las atracciones erótico-circenses a las que entré acompañado por mis colegas Izaskun y Luis.

Escrito por Fernandet, 25 de Abril 2006 a las 05:21 PM