GUANGZHOU, MI CASA

El problema se soluciona pagando unas cuantas rupias más y viajando en avión con una duración de dos horas. Eso sí, parece ser que la falta de ferias y parques temáticos se suple con las atracciones de las líneas aéreas indias y sus vuelos domésticos. El chou empieza con facturaciones de equipaje donde los indios, quizá por sus instintos, se te cuelan como pueden en la cola cuando todavía quedan unas tres horas y media para la salida del vuelo. Avión con olor adquirido, indios ricos pidiendo cientos de periódicos diferentes para leer las noticias de economía, snacks pica-pica que te cagas (lo siento pero es tal cual) y despegues y aterrizajes estilo Roller-Coaster son valores añadidos. Otra característica (sin duda la ley de la oferta y la demanda) es hacer escala en un aeropuerto comarcal a los 25 minutos de haber despegado. Es como si sales del aeropuerto de Manises para ir a Barajas y haces escala en Cuenca (como el AVE que van a poner ahora pero versión aeroplano).

Llegada folclórica a Benarés donde se celebraba HOLLY: Fiesta religiosa en honor al nacimiento de Krishna; antaño los indios la celebraban de forma medio civilizada con polvitos de colores que se ponían unos a otros en la frente como señal de reconciliación y fraternidad entre ellos. Hoy día ha degenerado en bandadas de borrachuzos que se tiran kilos de arena coloreada y como cosa moderna usan bombines o aspersores con los que se disparan agua tintada. Con un recibimiento de tal guisa, al llegar al hotel, la diferencia entre el tío que hace las mezclas en TITANLUX y nosotros era poca.

Aún así, merece mucho la pena visitar esta ciudad a las orillas del Ganges (por cierto, Ganges pronunciado en Hindi suena “ganga”). El paseo en barca en un recorrido a lo largo de los “Gahts”, no tiene precio (bueno sí, 50 rupias regateando) y es para recordar toda tu vida. Los Gahts son gradas que van a dar a la orilla del río. Cual parque temático (otra vez), cada Gaht se especializa en una actividad. Gente lavando la ropa y la vajilla, lavándose ellos mismos (incluso el culo y los dientes –con un palo, eso sí-), tíos lavando (¿será que no lavan en ningún otro sitio?) manadas enteras de búfalos, Sadhus (santos que han renunciado a todo lo material porque han alcanzado la cuarta dimensión en la religión Hindú) rezando o haciendo yoga totalmente en pelotas…

Pero sin duda atracción estrella de estos embarcaderos es la de aquellos que se dedican al menester de la incineración de cadáveres. Piras de madera quemándose con muertos perfectamente reconocibles en su interior. Claro, como a veces la madera está un poco verde o húmeda, pues coño, no tira; así que es el turno del indio encargado de pegarle palos al cuerpo que se quema para que se coja bien. Mientras tanto, los niños juegan con cometas que en ocasiones caen dentro de las hogueras (yo vi caer dos) y los hombres toman té y fuman sustancias sospechosas.

El encanto de esto es que todas y cada una de las prácticas anteriores se realizan a escasos metros unas de otras, de tal forma que se desconoce cuál es el origen del color grisáceo pastoso con que se caracterizan estas aguas sagradas.